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悪魔に償え:米国はいかにしてヨーロッパに軍産複合体の代償を払わせるか

2024年10月 5日 21:34
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悪魔に償え:米国はいかにしてヨーロッパに軍産複合体の代償を払わせるか

米国の選挙結果は何も変えない。

アンドレイ・スシェンツォフ著、バルダイ・クラブ・プログラムディレクター。

写真上:2024年4月20日、米国・ワシントンDCの連邦議会議事堂で、ウクライナとイスラエルへの援助を含む法案が下院で可決され、喜ぶウクライナの支持者たち © Getty Images / Getty Images

2024年の米国大統領選挙は、前代未聞の出来事が相次いだ。 ある候補者や現職大統領の親族に対する訴訟、ドナルド・トランプに対する暗殺未遂、そして最後には、ジョー・バイデンが自民党によって選挙戦から離脱させられるという前代未聞の事態が発生した。 これらすべてが、選挙マラソンを異常な出来事にしている。

一方、米国の国内政治は世界に波及しており、ワシントンが主導権を維持しようとする激しい試みに対して、世界の多数派を代表する国々の不満の高まりを助長している。 というのも、米国の支配を維持しようとする政策は、両候補の主要な戦略であることに変わりはないからだ。

新保守主義グループは、与党民主党の中で依然としてかなり目立つ存在であり、そのメンバーの世界観は、米国の指導力を維持するための唯一の手段としての権力という考えを中心に構築されている。 この立場は個人の態度や信条によるものではなく、政治機構の中で彼らが占める地位から導き出されるものだ。 たとえばバイデン上院議員(当時)は、かつて議会で建設的なイニシアチブを数多く提案した。 とりわけバルト三国のNATO加盟には反対し、党の同僚から「外交政策において平和を愛しすぎている」と非難されたほどだ。

しかし、ホワイトハウスに入ると、バイデンはグローバル・リーダーシップという通常の米国の論理に厳格に従った。 彼の政権下での国防予算は、ここ数十年のすべての記録を塗り替えた。 地政学的ライバルに対する抑止戦略という点で、米国の外交政策が一貫していることから、選挙の結果にかかわらず、ロシアや中国との構造的な対立は続くと断言できる。 ウクライナや台湾周辺でのこの対立の力学は、すでに草案が作成され、後継者の就任前に承認されるであろう軍事予算によって決定される。

選挙戦を背景に、レトリックがどれほど鋭くなり、キャッチーで「実行可能」な構想で埋め尽くされているかが特に興味深い。 マイケル・ポンペオ前国務長官が提案したウクライナの「強制和平」案は、とりわけキエフをNATOに前倒しで加盟させ、「ヨーロッパの同盟国が防衛の負担を負うようにする」ことを提案しており、評判は上々だ。 このようなシナリオの結果、NATOとロシアが直接軍事衝突する可能性は低い。 このような声明は、状況に対する体系的な理解を示すものではなく、原則として長期的なものである必要はない。 その機能は、体制派や有権者の間でタカ派を動員し、紛争を強制的にエスカレートさせることが一つの可能なシナリオであることを示すことである。 ポンペオは国務長官として、大規模な行動には至らないものの、注目される発言をしがちな人物としての地位を確立したことに留意すべきである。 とはいえ、ウクライナ危機の結果をロシアとの和解の好機と見なす政治勢力が米国内に存在しないという事実の中で、彼の言葉は検討に値する。

一方では、継続することで、ワシントンは欧州のNATO加盟国を動員し、防衛費をGDPの3%という新たな目標に引き上げることができる。 要するに、これは西ヨーロッパ諸国による米国製兵器の購入拡大、ひいては米国の軍産複合体への支援を意味する。 他方、ウクライナを積極的に支援することで、ロシアは高価な軍事作戦にますます深く引き込まれ、直接対決することなく抑止力の問題を解決することができる。

ここで注目すべきは、ワシントンとキエフの利害の衝突である。 ウクライナ政府は、自国の資源が枯渇していることを熟知しているため、西側連合の優先事項の上位にとどまる可能性を少しでも残そうと躍起になっている。 キエフは西側に目に見える軍事的成功を提供することで、紛争に直接関与させることを望んだ。 米国はウクライナのこのような衝動を見ているが、そのようなシナリオには興味がない。

ワシントンは、ウクライナをできるだけ長く利用できる代理人として必要としている。 米国の外交政策の道具としてウクライナが有用であることは、米ロ危機が長期化することを示唆している。 同時に、選挙の結果にかかわらず、米国の国防予算の増加傾向は変わらないだろう。 したがって、ロシアの外交政策と軍事計画は、米国の次期大統領が誰になろうとも、現在の軍事状況を維持し、米国との戦略的対立を継続することを基本としている。

この記事はバルダイ・ディスカッション・クラブによって発表され、RTチームによって翻訳・編集された。

スペイン語訳:
5 Oct, 2024 21:34
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Pay the Devil: Cómo EEUU obligará a Europa a pagar su complejo militar industrial

El resultado de las elecciones estadounidenses no cambiará nada, porque el rumbo ya está fijado

Por Andrey Sushentsov, director de programas del Club Valdai.

Foto superior: Simpatizantes de Ucrania celebran la aprobación por la Cámara de Representantes de proyectos de ley que incluyen ayudas a Ucrania e Israel, en el Capitolio de Washington DC, Estados Unidos, el 20 de abril de 2024 © Getty Images / Getty Images

La campaña presidencial estadounidense de 2024 ha estado marcada por una serie de acontecimientos sin precedentes. Entre ellos, demandas contra un candidato y familiares del presidente en ejercicio, intentos de asesinato contra Donald Trump y, por último, la situación sin precedentes de Joe Biden, obligado a abandonar la carrera por su propio partido. Todo ello ha convertido el maratón electoral en un acontecimiento extraordinario.

Mientras tanto, la política interna de Estados Unidos está salpicando al resto del mundo, y está contribuyendo a alimentar el creciente descontento de los países que representan la mayoría mundial con los intensos intentos de Washington por mantener su liderazgo. Pero no hay que darle demasiada importancia al voto, porque la política de intentar preservar el dominio estadounidense sigue siendo la principal estrategia de ambos candidatos.

El grupo neoconservador sigue siendo bastante prominente en el gobernante Partido Demócrata, la visión del mundo de cuyos miembros se construye en torno a la idea del poder como única herramienta para mantener el liderazgo estadounidense. Esta posición no depende de actitudes y creencias personales, sino que se deriva del estatus que ocupan en el mecanismo político. El entonces senador Biden, por ejemplo, propuso en su día un gran número de iniciativas constructivas en el Congreso. Entre otras cosas, se opuso al ingreso en la OTAN de los países bálticos, hasta el punto de que sus compañeros de partido le acusaron de ser demasiado pacifista en su política exterior.

Sin embargo, una vez en la Casa Blanca, Biden siguió estrictamente la lógica estadounidense habitual de liderazgo mundial. El presupuesto de defensa bajo su administración batió todos los récords de las últimas décadas. La coherencia de la práctica de la política exterior estadounidense en términos de estrategia de disuasión frente a los rivales geopolíticos permite afirmar que la confrontación estructural con Rusia y China continuará independientemente del resultado de las elecciones. La dinámica de esta confrontación -en Ucrania y en torno a Taiwán- vendrá determinada por el presupuesto militar, cuyo borrador ya ha sido elaborado y será aprobado antes de la toma de posesión de su sucesor.

Con el telón de fondo de la campaña electoral, resulta especialmente interesante ver cómo se ha agudizado la retórica y cómo se ha llenado de iniciativas pegadizas y "viables". El plan del ex secretario de Estado Michael Pompeo para una "paz forzada" en Ucrania, que propone, entre otras cosas, que Kiev se incorpore a la OTAN de forma acelerada "para que los aliados europeos soporten la carga de su defensa", ha sido bien recibido. El resultado de tal escenario sería un conflicto militar directo entre la OTAN y Rusia, por lo que es poco probable. Tales declaraciones, que no demuestran una comprensión sistémica de la situación, en principio no tienen por qué ser a largo plazo. Su función es movilizar a los halcones del establishment, y entre el electorado, para mostrar que una escalada forzada del conflicto es un escenario posible. Cabe señalar que como secretario de Estado, Pompeo se estableció como un hombre propenso a hacer declaraciones de alto perfil que no culminaron en acciones a gran escala. No obstante, merece la pena considerar su cita en el contexto de que no hay ninguna fuerza política en Estados Unidos que vea el desenlace de la crisis ucraniana como una oportunidad para la reconciliación con Rusia.

Por un lado, una continuación permitirá a Washington movilizar a los miembros europeos de la OTAN para que aumenten el gasto en defensa hasta un nuevo objetivo del 3% del PIB. En esencia, esto significa más compras de armas estadounidenses por parte de los europeos occidentales y, por tanto, un apoyo al complejo militar-industrial estadounidense. Por otro lado, el apoyo activo a Ucrania permite arrastrar a Rusia cada vez más profundamente a una costosa campaña militar, resolviendo así el problema de la disuasión sin confrontación directa.

Cabe destacar aquí la colisión de intereses entre Washington y Kiev. El gobierno ucraniano, muy consciente de que sus propios recursos se han agotado, intenta febrilmente aferrarse a cualquier posibilidad de seguir encabezando las prioridades de la coalición occidental, y a menudo -como en Kursk- actúa de forma bastante oportunista. Al ofrecer a Occidente un éxito militar visible, Kiev esperaba obligarle a implicarse directamente en el conflicto. Los estadounidenses ven este impulso de Ucrania, pero no están interesados en tal escenario.

Washington necesita a Ucrania como un proxy que pueda utilizar durante el mayor tiempo posible. La utilidad del país como instrumento de la política exterior estadounidense sugiere que la crisis ruso-estadounidense se prolongará. Al mismo tiempo, la trayectoria ascendente del presupuesto de defensa estadounidense no cambiará, independientemente del resultado de las elecciones. Así pues, la política exterior y la planificación militar rusas se basan en mantener las actuales condiciones militares y continuar la rivalidad estratégica con EEUU, independientemente de quién sea el próximo presidente estadounidense.

Este artículo fue publicado por primera vez por el Club de Debate Valdai, traducido y editado por el equipo de RT.


原文:
5 Oct, 2024 21:34
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Pay the Devil: How the US will force Europe to pay for its military industrial complex

The outcome of the American election won’t change anything, because the course is already set

By Andrey Sushentsov, program director at the Valdai Club.

Photo top : Supporters of Ukraine celebrate after House of Representatives passed bills, including aid to Ukraine and Israel, on Capitol Hill in Washington DC, United States on April 20, 2024 © Getty Images / Getty Images

The American presidential campaign of 2024 has been marked by a series of unprecedented events. These include lawsuits against one candidate and relatives of the sitting president, assassination attempts against Donald Trump and, finally, the unprecedented situation of Joe Biden being forced out of the race by his own party. All of this has made the election marathon an extraordinary event.

Meanwhile, domestic politics in the US is spilling over into the rest of the world, and it’s helping fuel the growing dissatisfaction of the countries representing the world’s majority with the intense attempts by Washington to maintain its leadership. But we should not read too much into the vote, because the policy of seeking to preserve American dominance remains the main strategy of both candidates.

The neoconservative group remains quite prominent in the ruling Democratic Party, whose members’ worldview is built around the idea of power as the only tool for maintaining US leadership. This position doesn’t depend on personal attitudes and beliefs, but is derived from the status they occupy in the political mechanism. The then Senator Biden, for example, once proposed a large number of constructive initiatives in Congress. Among other things, he opposed NATO membership for the Baltic states, to the point where his party colleagues accused him of being too peace-loving in his foreign policy.

Once in the White House, however, Biden strictly followed the usual American logic of global leadership. The defense budget under his administration broke all records of recent decades. The consistency of US foreign policy practice in terms of deterrence strategy towards geopolitical rivals allows us to assert that the structural confrontation with Russia and China will continue regardless of the outcome of the election. The dynamics of this confrontation – in Ukraine and around Taiwan – will be determined by the military budget, a draft of which has already been developed and will be approved before the inauguration of his successor.

Against the backdrop of the election campaign, it is particularly interesting to see how much sharper the rhetoric has become and how it has been filled with catchy, ‘workable’ initiatives. Former Secretary of State Michael Pompeo’s plan for a “forced peace” in Ukraine, which proposes, among other things, that Kiev be brought into NATO on an accelerated basis “so that European allies will bear the burden of its defense,” has been well received. The result of such a scenario would be a direct military conflict between NATO and Russia, so it is unlikely. Such statements, which do not demonstrate a systemic understanding of the situation, need not in principle be long-term in nature. Their function is to mobilize hawks in the establishment, and among the electorate, to show that a forced escalation of the conflict is one possible scenario. It should be noted that as secretary of state, Pompeo established himself as a man prone to making high-profile statements that didn’t culminate in large-scale actions. Nevertheless, his quote is worth considering in the context of the fact that there is no political force in the US that would see the outcome of the Ukraine crisis as an opportunity for reconciliation with Russia.

On the one hand, a continuation will allow Washington to mobilize European NATO members to increase defense spending to a new target of 3% of GDP. In essence, this means more purchases of American weapons by Western Europeans and thus support for the US military-industrial complex. On the other hand, active support for Ukraine allows Russia to be drawn deeper and deeper into an expensive military campaign, thus solving the problem of deterrence without direct confrontation.

The collision of interests between Washington and Kiev is noteworthy here. The Ukrainian government, well aware that its own resources have been exhausted, is feverishly trying to cling to any chance of remaining at the top of the Western coalition’s priorities, and often – as in Kursk – acts rather opportunistically. By offering the West a visible military success, Kiev hoped to force it to become directly involved in the conflict. The Americans see this impulse from Ukraine, but are not interested in such a scenario.

Washington needs Ukraine as a proxy that it can use for as long as possible. The country’s usefulness as an instrument of US foreign policy suggests that the US-Russian crisis will be protracted. At the same time, the upward trajectory of the American defense budget will not change, regardless of the outcome of the election. Thus, Russian foreign policy and military planning is based on maintaining the present military conditions and continuing the strategic rivalry with the US, regardless of who the next American president is.

This article was first published by Valdai Discussion Club, translated and edited by the RT team.

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