con franqueza, te digo:

Hemos llegado al final de la primera mitad del año y yo ya estoy inventando memorias sobre ti en mi cabeza como medida urgente para retenerte un poco más en mi corazón. Entre tantas divagaciones he empezado a imaginar que me querías. Ese es el engaño con el que le traigo calma a mi desconsuelo.

Poco a poco empiezo a borrarte.

El mundo es amargamente silencioso en la víspera del alba, pero el bullicio en este recoveco inhóspito de mi mente es como una orquesta desafinada, donde nadie obedece al director y cada pensamiento va a su propio compás.

Hoy te entrego lo más crudo de mí: tengo el alma desnuda, con mi nombre allá donde tú estás, preguntándome si también me escurro entre los parajes de tu cabeza porque esta luna que compartimos nos mantiene en vigilia a los dos.

Yo lo sé.

Pero tú vives allá, en la hostilidad de tu orgullo, y con franqueza admito que soy incapaz de remediar mis desatinos.